(Extracto del libro “Luchadoras”) Chile, Autora: Ana López
COLABORACION DE SANDRA LOPEZ, PERIODISTA Los comienzos del siglo XX marcan la época de la organización de la clase obrera chilena. Es una época heroica, llena de luchas, de experiencias y de organización. Donde se forma la conciencia de clase de la clase obrera chilena, donde nacen sus primeros partidos y organizaciones sindicales y políticas, como las Mancomunales, la Federación Obrera de Chile, en 1909 o la fundación del Partido Obrero Socialista en1912. Es la famosa clase obrera con “olor a pólvora” como la han definido algunos autores por su gran combatividad y heroismo. Chile se encontraba, a principios de siglo, consolidándose como país semicolonial dependiente, bajo el dominio directo de los intereses del imperialismo inglés. Por lo tanto, su estructura económica iba amoldándose a las necesidades de los grandes capitales imperialistas, los que aliados a los capitales en nuestro país, configuraron una estructura económica y social acorde a estas necesidades. Es así que nos encontramos con una economía primaria exportadora, dependiente casi en un 50% del salitre, el principal producto de exportación, y que le entrega al Estado chileno las rentas suficientes para el desarrollo de obras públicas e infraestructura, además de dinamizar otras áreas de la economía como el agro o el desarrollo de una incipiente industria. Hasta los años veinte, aproximadamente, se produce en Chile el llamado ciclo del salitre, que organizó la base económica del país, con las grandes explotaciones en manos de los monopolios imperialistas ingleses, aunando los intereses de éstos con los de la burguesía local agraria, industrial y financiera. Pero también este ciclo "cambió en parte la estructura social. Ante todo provocó un desplazamiento significativa de la población, especialmente campesina, que emigró del Centro- Sur, donde se generó un nuevo sector de la clase trabajadora, tanto de mineros como de obreros industriales, pesqueros, marítimos y ferroviarios." Interpretación marxista de la Historia de Chile, Luis Vitale, Santiago, Chile, Ed. LOM, pág. 40
Por lo tanto, Chile se fue organizando con una explotación capitalista alrededor de la minería, centralmente en el norte del país, y en el sur, alrededor de grandes latifundios. El imperialismo inglés, primero, y el norteamericano, después, serian los principales beneficiarios de la riqueza de Chile: el salitre, hasta la gran crisis económica y social de 1920 donde su explotación decae y se abre una enorme crisis de fin de ciclo –con su secuela de desocupados, aumento de precios, pauperización y miseria, etc.-, y el cobre después. Se trata de un periodo de entrega de las riquezas nacionales, y de gran dependencia del país respecto a las fluctuaciones del mercado mundial. Desde el punto de vista de las clases sociales, tenemos una burguesía centrada en el agro y el comercio, y en menor medida en la industria y las finanzas, aliada fuertemente a los intereses de los capitales imperialistas a los que se encontraba ligada. En cuanto a la clase obrera, como decíamos antes, nos encontramos en la época de su formación y centralización. No sólo por el ascenso de las luchas obreras, sino también por su desarrollo a nivel del proletariado minero, rural, industrial, y otros, que se va a desarrollar alrededor de grandes e importantes organizaciones, y del desarrollo de una conciencia clasista, por las propias condiciones de vida y explotación a las que la conduce el capitalismo. La brutalidad de la explotación patronal, y de la complicidad del Estado con sus instituciones, como las Fuerzas Armadas o la justicia patronal a su servicio, está graficado trágicamente en las grandes matanzas obreras que se provocan por estos años. En 1903 hay una huelga de gremios marítimos en Valparaíso. Aumento salarial y reducción de las horas de trabajo (que llegaban a doce o más) son algunas de las peticiones. La patronal chilena responde que no habrá concesiones. Pero ni siquiera tolera la posibilidad de la huelga: el Ejército y la policía son los encargados de terminar con la lucha, con un saldo fatal de al menos cincuenta obreros muertos. En 1905, los trabajadores y el pueblo pobre de Santiago protagonizan la llamada Semana Roja, en la que se toman las calles de la capital para rechazar el alza del costo de vida. Nuevamente, la respuesta del gobierno es el Ejército y la policía, pero también, la formación de Guardias Blancas, jóvenes de la burguesía, encargados de resguardar los intereses capitalistas. El resultado: entre trescientos y quinientos trabajadores asesinados. En 1906, esta vez en el combativo norte, en Antofagasta, concentración de obreros mineros, portuarios y ferroviarios. Los trabajadores organizan una huelga por aumento de salarios y descanso para almorzar. La patronal y el gobierno responden con su habitual intransigencia. Durante cuatro días, los trabajadores se toman las calles de la ciudad enfrentando la represión. Innumerables muertos y heridos son el resultado de la acción del Ejército y, nuevamente, las Guardias Blancas de la burguesía. Pero sin duda, una de los capítulos más trágicos en la historia de la clase obrera chilena, es la de la matanza de la Escuela Santa María de Iquique. En 1907, los trabajadores del norte venían de años de organización y preparación, de luchas y huelgas. También de explotación y abusos, de esclavitud laboral. Es así que comenzó a organizarse una gran lucha por que los salarios fuesen pagados en oro (y no en el depreciado papel moneda, ni menos en fichas que sólo podían cambiarse en los negocios de la Compañía salitrera). Además, se exigía seguridad y atención médica. De una en una, los obreros de las oficinas salitreras comienzan a entrar en huelga. El movimiento se extiende como reguero de pólvora. En pocos días, más de treinta oficinas salitreras y cuarenta mil obreros están parados, y deciden marchar hacia la ciudad de Iquique, a hablar con las autoridades. Al llegar a la ciudad, son ubicados en la Escuela Santa María, concentrándose miles de trabajadores y sus familias. El gobierno de Pedro Montt, envía barcos de guerra y al ejército para enfrentar a la multitud. Las provocaciones son constantes, pero el movimiento de los trabajadores está muy bien organizado. Chilenos, bolivianos, argentinos y peruanos. Incluso los cónsules de los países vecinos, avisados de la matanza, hacen gestiones para permitir que los obreros extranjeros abandonen la Escuela y vuelvan a sus países. Estos se niegan “manifestando que si había que morir, lo harían junto a sus compañeros chilenos” Chile: una dictadura militar permanente (1811 – 1999), Patricio Manns, Santiago, Chile, Ed. Sudamericana, pág. 114 .
En la tarde del 21 de diciembre de 1907, el general Silva Renard, a cargo de la operación, ordena abrir el fuego contra los principales dirigentes, luego, a la multitud de obreros y sus familias. La Cantata Santa María de Iquique refleja este episodio funesto para la clase obrera chilena: “Murieron/ tres mil seiscientos,/ uno tras otro. /Tres mil seiscientos mataron, /uno tras otro. La Escuela Santa María/ vio sangre obrera,/ la sangre que conocía/ sólo miseria. Serían/ tres mil seiscientos/ ensordecidos./ Y fueron tres mil seiscientos/ enmudecidos La Escuela Santa María/ fue el exterminio,/ de vida que se moría/ sólo alarido. Tres mil seiscientas miradas/ que se apagaron./ Tres mil seiscientos obreros/ asesinados. Un niño juega en la Escuela/ Santa María./ Si juega a buscar tesoros/ qué encontraría? A los hombres de la pampa/ que quisieron protestar,/ /los mataron como a perros porque había que matar. No hay que ser pobre, /amigo, es peligroso./ /No hay ni que hablar,/ amigo, es peligroso. Las mujeres de la pampa/ se pusieron a llorar/ y también las matarían/ porque había que matar.” Cantata Santa María de Iquique de Luis Advis, en: http://www.musica.cl/notas3/paisaje_30.htm
Pero la brutalidad patronal no se quedaría acá. Luego de la matanza, los obreros y familias que quedaron vivos fueron enviados en trenes al sur del país, trenes que se utilizaban para cargar sacos de salitre, sin barandas ni protección. Una vez más las Guardias Blancas, los jóvenes de la burguesía, baleaban a los viajeros. Con la matanza de Santa María de Iquique, se cierra un capítulo de ascenso de la clase obrera chilena, que durante un tiempo va a encontrarse en retirada, recuperando sus fuerzas de la derrota. La experiencia no va a se en vano Un par de años después, nuevamente retomaría su organización y su lucha, lo que se expresaría claramente, por ejemplo, en el nacimiento de la Federación Obrera de Chile en el año 1909, y que en el año 1920 daría un giro fundamental bajo la dirección de Luis Emilio Recabarren, quién a su vez fundaría en 1912 el Partido Obrero Socialista, buscando que la clase obrera contara con su propio instrumento político, y que a pesar de las limitaciones de su programa, que era más bien clasista y de defensa de los derechos obreros, fue una importante herramienta para los trabajadores. Esta primera etapa del movimiento obrero chileno, que dura hasta aproximadamente 1907, encuentra una clase obrera que enfrenta la ferocidad patronal, con la superexplotación laboral y la enorme represión, lo que lleva a que se consolide una conciencia de clases clasista y combativa. Los trabajadores se arman de organizaciones de lucha y combate, solidarias y activas. Desde mediados de 1800 hasta fines de siglo, se comienzan a organizar las Sociedades de Socorros Mutuos, que agrupaban básicamente a artesanos, obreros y empleados, hasta llegar a convertirse en federaciones provinciales y nacionales, aunque más tarde derivaron hacia planteamientos de reformar el capitalismo, ligándose al partido Democrático chileno.
En su reemplazo, y superando este primer momento, el movimiento obrero chileno va a formar las Mutuales y las Sociedades de Resistencia, con una orientación más visiblemente anticapitalista. En el caso de estas últimas, encontramos una influencia claramente anarquista en ellas, y se caracterizaban por su gran combatividad. Pero van a ser las Mancomunales las que van a agrupar a la mayoría de la clase obrera chilena. Como señala el historiador Luis Vitale, “se gestaron en una etapa de ascenso del movimiento obrero, estructurándose por gremio, por provincia y, finalmente, a nivel nacional; es decir, era una organización de trabajadores de carácter territorial.” Interpretación marxista de la Historia de Chile, Luis Vitale, Santiago, Chile, Ed. LOM, pág. 94
Editaban sus propios periódicos, y contenían en su seno tendencias socialistas, anarquistas y demócratas. La primer Mancomunal se forma en el año 1900 en Iquique, por los trabajadores portuarios, y su periódico se llamaba El Trabajo. En 1903 se forma otra Mancomunal, esta vez en Antofagasta, y más tarde comienzan a extenderse por todo el país, hasta que al año siguiente se realiza la primer Convención de Mancomunales, que representarían a unos veinte mil trabajadores. Es una época de lucha de clases bastante aguda, donde surge y se comienza a discutir la llamada “cuestión social” a nivel de la burguesía, los medios de comunicación y la iglesia. Los problemas de salud, el hacinamiento por la urbanización acelerada y la falta o miseria de las viviendas, las condiciones de superexplotación del trabajo, el alcoholismo, una altísima mortalidad infantil (de cada mil nacidos, aproximadamente trescientos morían a principios de 1900), eran sólo una parte de los graves problemas que vivía la clase obrera. Pero más aún, las luchas obreras y la cuestión social, se transformaron en una preocupación enorme para la burguesía chilena, por la amenaza que representaba que fueras los trabajadores los que comenzaran a plantear una política independiente, y que en los hechos, las huelgas y luchas en defensa de sus derechos apuntaban a enfrentar claramente la política patronal y del gobierno, y por la experiencia y el desarrollo que las organizaciones obreras iban alcanzando. Surge así, desde un sector de la patronal y sus partidos políticos, una política que intenta armonizar los intereses del capital y el trabajo, buscando algunas reformas menores a fin de evitar males mayores. Esto explica que entre el año 1986 y 1924 se dicten una serie de leyes sociales, como por ejemplo la Ley de Habitaciones Obreras o la “Ley de la Silla”, además de otras sobre los contratos laborales, los seguros y accidentes obreros, las organizaciones de trabajadores, sobre salud pública, etc., ante una clase obrera que era enormemente combativa y bastante organizada, y que tendía a identificar el origen de sus problemas, correctamente, con el capitalismo y sus enemigos de clase, la burguesía. El partido Democrático, fundado en 1887, fue uno de los primeros que buscó dar cierta respuesta a los problemas de la clase obrera. Este era un partido pequeño burgués, que “abogaba por algunas medidas democráticas en una nación semicolonial dominada por el imperialismo, tales como la promoción de la industria nacional mediante el proteccionismo, o un tibio reformismo social, pero que no alcanzaba a plantear, por ejemplo, la nacionalización de las salitreras ni la reforma agraria.” Historia Marxista del PC Chileno, Nicolás Miranda, Ed. Clase contra Clase.
Algunos sectores de trabajadores se incorporan a él, haciendo una experiencia con su política para, unos años más tarde, romper y formar el Partido Obrero Socialista, en el que se destacaría Luis Emilio Recabarren. Clase y género: surgimiento de las primeras organizaciones obreras femeninas Tal como en muchos otros lugares, el capitalismo en nuestro país utilizó el trabajo femenino e infantil para su provecho. La superexplotación, precariedad y bajos salarios, junto a la falta de derechos laborales y la baja calificación del trabajo, fueron una constante. Ya a mediados de 1800 había una importante cantidad de fuerza de trabajo femenina en actividades como lavandería, costureras, sirvientas, etc., y hacia fines del siglo XIX, comienzan a ubicarse en el naciente sector fabril. Las ramas más importantes en que se fue concentrando el trabajo femenino fueron la industria textil y la confección. En general, el salario femenino alcanzaba aproximadamente entre un cuarenta y un setenta por ciento del masculino. De la “regeneración del pueblo” a la huelga general, Sergio Grez Toso, Chile, Ed. Biblioteca Nacional, pág. 136
Las condiciones de explotación en que se encontraban las obreras durante esta época, se agravaban al no estar representadas por las organizaciones de artesanos y obreras existentes en la época, las que si bien explícitamente no rechazaban la incorporación de mujeres trabajadoras, más bien obviaban el tema. Se calcula que hacia 1910, un 23% de la mano de obra industrial era femenina. La primer institución de trabajadoras que surge en Chile, está asociada al mutualismo: la Sociedad de Obreras de Valparaíso, fundada el 13 de noviembre de 1887 por las costureras del taller “Casa Gunter”, y seria apoyada en sus inicios, por la Sociedad Filarmónica de Obreros de Valparaíso. La sociedad abría sus puertas a las obreras de la industria y el servicio y se encuentra presidida por la joven obrera Micaela Cáceres de Gamboa. Tomaba como modelo las sociedades de obreros existentes hasta el momento. La iglesia reaccionó con pavor ante la noticia, más aún al enterarse de que la sociedad prohibía tratar cuestiones religiosas en su interior, por lo que organizó, a su vez, “una Sociedad Católica de Obreras para que compitiera con la entidad femenina laica.” Idem anterior, pág. 600 Cuando al año siguiente se funda la Liga de Sociedades Obreras de Valparaíso, esta organización femenina de obreras va a ser una de las quince que la impulsen y compongan, siendo una de sus integrantes miembro de la directiva. El ejemplo de las obreras costureras de Valparaíso comenzó rápidamente a extenderse: en diciembre de 1887 las obreras de la confección en la ciudad de Santiago constituyen también una Sociedad de socorros mutuos, y unos meses después, en 1888, se funda la Sociedad de Socorros Mutuos “Emancipación de la Mujer” que buscaba “trabajar por el bienestar, el progreso y cultura de la mujer en Chile” Idem anterior, pág. 602, aunque tiempo después se vio obligada a cambiar su nombre por los resquemores que éste produjo, pasando a llamarse más tarde sociedad “Protección de la mujer”. Juana Roldán Escobar, una de sus principales dirigentes, fue una luchadora incansable por los derechos de los trabajadores y de la mujer, participando en la formación de un sinnúmero de sociedades y confederaciones, estimulando la participación de las obreras, la educación y la defensa de sus derechos. De aquí en más, en diferentes puntos del país se van estableciendo organizaciones de obreras, como en 1889 en Concepción, la Sociedad Ilustración de la Mujer. De aquí en adelante, veremos el recorrido de las sociedades mutualistas, hacia las organizaciones más claramente sindicales, como los gremios y sindicatos. Un aspecto importante del periodo, es que las organizaciones femeninas se van formando a la par de las instituciones de la clase obrera, ya sea tomando las mismas formas de organización, adecuando las instituciones a sus necesidades. Por lo tanto, una característica que de cierta manera marca el inicio de estas organizaciones, es que se encuentran ligadas a los problemas más generales de la clase obrera, y que intenta, tendencialmente, unir los temas de la mujer y el género, enfocados desde una perspectiva social más general: la lucha contra “el fanatismo religioso”, la “opresión masculina” y, especialmente, darle una conciencia clara sobre su responsabilidad social Mujeres que sueñan, Las organizaciones de pobladoras en Chile 1973- 1989, T. Valdés, M. Weinstein, Chile, FLACSO, pág. 35.
De todas maneras, el aspecto central es la lucha por los derechos de las trabajadoras, “sus reivindicaciones: disminución de la jornada de trabajo, contra la explotación. Sin embargo, desde temprano, se manifiesta o subyace la protesta por la condición de subordinación sexual” La mujer proletaria, Cecilia Salinas, Chile, Ed. Literatura Americana Reunida, pág. 17 Después de las primeras sociedades de socorros mutuos, comienzan a desplegarse las Mancomunales. Por primera vez, éstas manifiestan que “la mujer tiene derecho a solicitar su incorporación” Idem anterior, pág. 33 Las mancomunales tienden a incorporar la denuncia más económica, la opresión y explotación del capital, y a abogar por la unidad de los trabajadores. Eran la expresión de la combatividad de la clase obrera chilena. En 1903 nace en Valparaíso la Federación Cosmopolita de Obreras en Resistencia, que integra a costureras y obreras del calzado, que aboga por “la unión, el ahorro, el mejor y justo salario” y por la “emancipación y engrandecimiento de nuestro sexo” Idem anterior, pág. 35. Más tarde, la Federación va a pasar a integrar la Confederación de Trabajadores de Chile. Su presidenta, Clotilde Ibaceta. A comienzos del siglo XX, nacen en Santiago los gremios de mujeres. En 1906 ve la luz la Asociación de Costureras “Protección, Ahorro y Defensa”, integrada por cien socias. Su presidenta, Esther Valdés de Díaz, es una destacada obrera “corpiñera”. Según sus propias palabras “concluyó que con su trabajo el patrón ganaba el triple de lo que ella recibía como salario y su espíritu se sublevó”. Idem anterior, pág. 49 La Asociación luchaba por reglamentar las horas de trabajo, salario justo, descanso dominical, formar una biblioteca, instrucción de las obreras, entre otros puntos. La Asociación denuncia los brutales ritmos de trabajo, en el que las obreras debían trabajar turnos de hasta doce y catorce horas, y el abuso patronal, por el que un retraso en las horas de entrada o en la confección de alguna prenda, significaba el descuento de hasta una décima parte de su salario. Es por ello que se propone que la Asociación permita “defenderse del enemigo común: el Capital” y conocer “otro mundo, el de la instrucción” Idem anterior, pág. 51 Sólo en dos años, 1907 y 1908, surgen por lo menos unos veintidós sindicatos de obreras. Carmela Jeria: obrera y feminista Carmela Jeria era una obrera tipógrafa, “operaria durante cinco años de la Litografía Gillet en Valparaíso de donde fue expulsada por sus actividades sindicales” Idem anterior, pág. 61, entre ellas, haber hablado en un acto del 1° de Mayo. Y fue además, la fundadora de “La Alborada”, el primer periódico obrero feminista, de tirada bimensual, que aparece en Valparaíso, y se extiende más tarde a Santiago, y que saldría entre los años 1905 y 1907. Recabarren describe a esta obrera, luchadora de los derechos de los trabajadores y las mujeres, así: “novel guerrillera porteña que se eleva como chispa eléctrica entre las multitudes: Carmela Jeria (…) empuña con su brazo de atleta el Hacha de la Luz para derribar montañas de sombras que entenebrecen la mente humana.” Recabarren, Escritos de Prensa, Chile, Ed. Terranova, artículo “La Excursión de Propaganda II”, publicado en el diario El Proletario, de Tocopilla, el 21 de Octubre de 1905 En su primer número, en el mes de septiembre de 1905, Carmela Jeria escribe la editorial de La Alborada, en el que anuncia “Nace a la vida periodística La Alborada, con el único y exclusivo objeto de defender a la clase proletaria y más en particular a las vejadas trabajadoras. Al fundar este periódico, no perseguimos otros ideales que trabajar con incansable y ardoroso tesón por el adelante moral, material e intelectual de la mujer obrera y también por nuestros hermanos en sufrimientos”, y más adelante “Debe, pues, la mujer formar parte en la cruenta lucha entre el capital y el trabajo”. La editorialista propone que “Ardientemente deseamos que la mujer algún día llegue al grado de adelanto del hombre.” La Alborada, N° 1, “Defensora de las clases proletarias”, Septiembre de 1905, Editorial de Carmela Jeria Carmela Jeria aboga por la lucha de la obrera junto al trabajador, en contra del capital, pero también reconoce los problemas de la opresión de género que la mujer sufre. Lucha así por su independencia económica y espiritual, ofreciendo La Alborada como una tribuna de denuncia contra la explotación del trabajo y la opresión de género. Los primeros números de La Alborada salen en la ciudad de Valparaíso, interrumpiéndose por unos breves meses, y son retomados en Santiago, aunque con una importante modificación: ahora aparece como una publicación feminista, y de periodicidad semanal. Carmela Jeria fue una incansable luchadora por los derechos de la mujer y de los trabajadores. Junto a Recabarren, impulsora de la prensa obrera como arma de combate y denuncia al servicio de las obreras y obreros. Carmela Jeria es una propagandista de los derechos de los trabajadores y de la mujer, pero también le importa la educación, y rescatar a aquellas mujeres, que como ella, hicieron historia. Es así que escribe en su periódico sobre Eloisa Zurita de Vergara, rescatando su figura como una luchadora de los derechos de la mujer y de los trabajadores. Eloisa Zurita fue una escritora y periodista, que perteneció al Partido Democrático. Fundadora de la primera organización femenina de Antofagasta el 14 de enero de 1894, y que abogaría por la unidad de los trabajadores en contra del capital. En otro de sus artículos, Carmela impulsa a las obreras a participar del 1° de Mayo, recordando la gesta de “los proletarios de Chicago en pro de las 8 horas de trabajo, por cuanto actualmente una parte de la clase obrera de Chile está preocupada de obtener esta humana y necesaria garantía (…) ¡Que la celebración del presente 1° de Mayo sea el primer eslabón conquistado de la inmensa cadena con que nos tiene aherrojadas el Capital!.” Carmela Jeria, Artículo publicado en el diario La Palanca, publicación feminista de propaganda emancipadora, órgano de la Asociación de Costureras, como señala su directora, Esther Valdés de Díaz Y les recuerda a las obreras que su emancipación, parafraseando a Marx, será obra de ellas mismas. El ejemplo de La Alborada va a ser tomado por Esther Valdés de Díaz, quién en 1908 va a fundar el periódico La Palanca, de la Asociación de Costureras “Protección, Ahorro y Defensa”. Unos años más tarde, Esther Valdés va a tomar la dirección de La Alborada, donde los temas de género pasan a ser cada vez más importante, dejando los aspectos de clase en un segundo lugar. Además de su rol como propagandista obrera y de género, Carmela Jeria va a luchar por la necesidad de la organización de la clase obrera, participando en innumerables Congresos Obreros, estimulando la fundación de nuevas asociaciones y gremios. Además de esto, promueve la solidaridad y la unidad activa de la clase obrera, apoyando por ejemplo las diferentes huelgas que estaban aconteciendo en ese momento. En el año 1907, en sus notas de La Alborada, Carmela buscará formar una Academia o Centro de Estudios para las obreras de la sociedad y de otras asociaciones, con el fin de estimular su estudio y desarrollo intelectual. Va a denunciar también, a aquellos hombres que hablan de libertad y “del mejoramiento social e intelectual del pueblo, que toda la libertad que anhelan, será siempre un fantasma mientras la mitad del género humano viva en humillante esclavitud.” La Alborada, N° 29, Enero 27 de 1907, Publicación Feminista, Editorial de Carmela Jeria Su ejemplo de lucha iluminará por siempre a las trabajadoras que luchan y sueñan entre el Pacífico y los Andes.
Belén de Sárraga…
Belén de Sárraga nació en España el 10 de julio de 1837. Graduada de Medicina, desde joven adhirió a ideas libertarias y anarquistas. En este país, fundió la Asociación del Pensamiento Libre de Málaga, y dirigió varios años el periódico “La Conciencia Libre”. Desde joven se da cuenta de la opresión que vive la mujer, era admiradora de Louise Michel, y la consideraba una revolucionaria por el rol que ocupó en la Comuna de París. Critica ferozmente la imposibilidad de la mujer de acceder al voto, pero también se preocupa de denunciar la pobreza del trabajador rural y al latifundista, ávido de ganancias. Fue “perseguida por la monarquía española y procesada en numerosas ocasiones” Belén de Sárraga, Precursora del feminismo latinoamericano, Luis Vitale y Julia Antivilo, Chile, Ed. CESOC, pág. 33 por sus ideas, e incluso fue objeto de dos atentados de muerte. Entre sus muchas actividades se dedicó a recorrer América latina, viajando por Uruguay, Argentina, Chile y otros países, buscando difundir las ideas del feminismo y la organización de la mujer, junto a la denuncia feroz a la Iglesia. En 1913 Belén llega a Chile desde Perú, invitada por el Partido Radical y los masones. Pero es la invitación de Luis Emilio Recabarren y sectores socialistas, quiénes la convidan a recorrer el norte y sur del país. Recabarren, quién ya había fundado el Partido Obrero Socialista, en su periódico El Despertar de los Trabajadores, escribe una serie de artículos sobre Belén de Sárraga, e incluso le dedica varios poemas. El dirigente obrero chileno, desde muy temprano había abogado por la organización de las mujeres, demostrando una especial preocupación y sensibilidad hacia los problemas de género. Las Conferencias de Belén de Sárraga provocaron un gran revuelo en Chile, y la movilización de los sectores conservadores y de la Iglesia Católica, incitando a “sus partidarios a sabotear sus conferencias e inclusive realizar actos de violencia, que fueron repelidos por los miles de simpatizantes de Belén.” Idem anterior, pág. 67 En sus conferencias, Belén hablaba sobre la mujer, la familia, la religión –era una gran anticlericalista- la democracia, el porvenir de América, y otros temas. Denunciadora implacable de la Iglesia, mostraba como ésta no sólo ha frenado el desarrollo de los pueblos, sino ha dejado a la mujer en la más grande opresión, denunciando por ejemplo, que en un Concilio católico, en que se discutió si la mujer tenía alma, la posición a favor ganó sólo por dos votos: “Si aquellos congresales, pro enfermedad o por la muerte de un pariente o por cualquiera otra causa hubieran llegado un poco más tarde, las mujeres nos quedábamos sin alma” Idem anterior, pág. 73, denunciaba con ironía. Si bien su pensamiento se centraba en la denuncia a la Iglesia, hablando de la paz en general, la democracia (sin denunciar su contenido de clase), de la moral o la educación, sin ver de fondo el problema del sistema capitalista, y la necesidad de la lucha por un partido de la clase obrera, con independencia de clase, que pudiera luchar por la transformación de las bases de la sociedad, su acusación sobre la opresión de la mujer, y el aliento a la organización de las mujeres tuvo una enorme importancia en el Chile de estos años. Belén visitó en el norte varias ciudades, y en Iquique, tras su visita, sus conferencias sobre la necesidad de la lucha por la emancipación de la mujer, van a impulsar la formación del Centro Femenino Belén de Sárraga, que entre otras cosas se compromete a “no tener ninguna relación ni directa ni indirecta con el clericalismo y sus instituciones” Idem anterior, pág. 73, invitar a otras mujeres al Centro, etc. Posteriormente, su visita a Antofagasta trae los mismos resultados, lo mismo que en otra gran cantidad de ciudades que visita. Estos centros luchaban “por el laicismo, contra la carestía de la vida, por el derecho al descanso dominical de las obreras, contra el alcoholismo de los sectores populares y, por la emancipación de las mujeres y contra el machismo”, http://revistapolis.cl/9/belen.doc funcionando aproximadamente hasta 1918. Su segundo viaje a Chile se produce en 1915, y nuevamente los sectores conservadores y la Iglesia Católica impulsan un boicot. Los resultados del viaje son parecidos al primero. Su rastro se pierde después de esto. Son estas primeras experiencias, las que van a ligar los problemas de la explotación de clase y los problemas de la opresión de género, en el que muchas y destacadas obreras y mujeres en general, van a comenzar a luchar por transformar sus condiciones de existencia. Experiencias que van a continuar en diferentes momentos de la historia de nuestro país, y que necesitamos retomar en la actualidad.